La invasión de Ucrania por Rusia ha contribuido a gravar una crisis alimentaria mundial de perfil multidimensional y un alcance sin precedentes en décadas. Una guerra que se suma a la persistencia de conflictos en diversas partes del mundo, al impacto de la pandemia de la COVID-19 y a la emergencia climática, agravando una tendencia negativa en la reducción del hambre iniciada en 2016.