Revista Diecisiete - Nº 9

La lucha contra el hambre en todo el mundo es un objetivo central del desarrollo para mejorar la calidad de vida. Asegurar el acceso a una alimentación adecuada es una cuestión compleja que puede y debe ser abordada desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales. 

El hambre y la inseguridad alimentaria son flagelos para varios países, incluido Costa Rica. Para contrarrestar este mal y otros de la humanidad, la Organización de las Naciones Unidas lanzó en el 2015 la Agenda 2030, con 17 objetivos de desarrollo sostenible, uno de los cuales es el número 2, que persigue eliminar el hambre. Costa Rica ha logrado avances sobre las metas de este, aunque aún hay mucho por hacer, debido a que la pandemia por Covid-19 significó una ralentización en el logro de estas metas. 

Una de las causas más perniciosas del retroceso del hambre en el mundo es la imposición humana de privaciones, ya sea en forma de decisiones de los beligerantes sobre cómo hacer la guerra o de decisiones de los gobiernos sobre cómo ejercer el control sobre las poblaciones. Algunas de estas decisiones son delictivas, pero la rendición de cuentas es escasa.

Según Acción contra el Hambre, la inseguridad alimentaria en Nigeria, registra una cifra de 1,74 millones de niños que padecieron desnutrición en la región norte del país durante 2022, mientras que, para febrero de 2023, poco más de 1,8 millones de habitantes del estado de Borno, habían sido desplazados internamente debido a la actividad de grupos armados y bandidos, (OIM, 2023), sin olvidar la erosión, sequias e inundaciones a causa del cambio climático.