La COVID-19 y las limitaciones de movilidad para tratar de contener su propagación, han supuesto una disminución drástica en cuanto a las emisiones de contaminantes y CO2. En el primer caso, esta bajada en los niveles de inmisión de los principales contaminantes urbanos conlleva un descenso de la mortalidad atribuible a la contaminación atmosférica. No ha sido así en el caso de las emisiones de CO2, ya que, aunque han disminuido cerca de un 8%, no es suficiente para que se observen repercusiones en el contexto de la crisis climática.